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   La Sábana Santa ya tiene rostro.

   Mirarlo es sorprenderse. Tiene un aire dulce pero al tiempo enérgico. Sobre todo, humano. Podría ser un extraordinario Corazón de Jesús según la iconografía al uso, pero le sobra fuerza. Los rastros del tormento han sido corregidos, pero en su pómulo izquierdo todavía se adivina una leve hinchazón.

   El rostro del Hombre de la Sábana Santa que Juan Manuel Miñarro acaba de modelar a partir de las interpretaciones de la Sindone, desde el negativo que ésta en sí, a las representaciones tridimensionales obtenidas por científicos de la NASA, pasando por la imagen también tridimensional de Tamburelli, tiene, ante todo, una metodología y una base tan clara como sencilla: la superposición de imágenes por ordenador hasta lograr un rostro cuya coincidencia con el de la Sábana sea plena.   IMPULSADO AL TRABAJO

   El doctor Miñarro no oculta que siempre le atrajo la Sábana Santa, y que ha devorado cuanta bibliografía ha caído en sus manos. Pero a lo largo de sus muchos años de trabajo escultórico, no se había propuesto reconstruir el rostro del Hombre de la Sábana Santa. No, hasta el pasado 28 de marzo, cuando un científico de Manchester, Richard Neve, al aparecer por cuenta de la BBC, presentó a bombo y platillo una chocante imagen robot obtenida a partir de la reconstrucción forense de un cráneo elegido aleatoriamente en un cementerio judío.

   La escasa base científica de aquel «descubrimiento» tenía para presentarlo como el rostro de Cristo le indignó: «Era algo obtenido sin tener en cuenta multitud de factores, basándose sólo en unos iconos primitivos en los que Jesús se parece más a una deidad romana que a un hombre, justamente al contrario de lo que ocurre más tarde con los iconos bizantinos, en los que está demostrado que existen hasta 145 puntos de coincidencia con los rasgos del Hombre de la Sábana Santa, lo que hace suponer que quien inició aquella iconografía había visto la Sindone y basó en ella su trabajo, posteriormente copiado en el arte cristiano, tanto de Oriente como de Occidente».

   Decidido a poner manos a la obra, Miñarro partió de la misma base que los autores de los iconos bizantinos: la observación de la Sábana Santa. «La diferencia es que ahora disponemos de medios mucho más avanzados para ello como son la informática y la infografía», afirma el imaginero, que inició así un trabajo basado únicamente en la superposición de secuencias fotográficas de la Sábana y de la obra que iba modelando con esta base.

   El resultado ha sido una imagen real que coincide milímetro a milímetro con la impronta de la Sindone, con la única diferencia de que los dos detalles más demostrativos del tormento de aquel hombre, caso de la nariz rota y el fuerte golpe en el pómulo izquierdo, han sido corregidos, al tiempo que los ojos se presentan abiertos.

   Para el escultor, ello no supone merma alguna de su obra, «pues al contrario que la obtenida por Richard Neve, la representación que he logrado está conseguida de dentro afuera. Es decir, a partir de la obtención de medidas antropométricas suficientes como para reconstruir el cráneo de aquel hombre en concreto y no a partir de un cráneo cualquiera tomado de un cementerio sin criterio científico alguno».

   IMAGEN SOBRE IMAGEN

   A la hora de llegar a la medida del cráneo, Juan Manuel Miñarro ha tenido en cuenta los denominados músculos de la mímica, que marcan los perfiles del rostro, además de otros parámetros como la situación del mentón, la raíz de la nariz, las fosas caninas, la fosa temporal, los arcos cigomáticos, los senos frontales o los borde de las cuencas orbitarias.

   Con todo ello, el imaginero trazó un mapa de perfiles suficiente como para conseguir que los de su obra coincidan plenamente con la impronta de la Sábana. «Con sesenta puntos de coincidencia, según la medicina legal americana, ya se puede afirmar que la imagen de un sujeto es realmente éste, cuanto más si la superposición es perfecta», agrega el imaginero.

   No contento con el resultado obtenido, Miñarro quiso llegar más lejos aún y comenzó a «casar» el resultado de su trabajo con otras imágenes obtenidas a partir de la Sábana Santa, como son el «positivo» de la misma, la imagen fotográfica de isodensidad, la conocida en que se aprecian las manchas de sangre, la tridimensional de Tamburelli y la también tridimensional de Leo Vala. En todos los casos, la coincidencia ha sido plena.

   Como profesional de la escultura, el artista es consciente de que el resultado de su trabajo es una obra tridimensional que parte de una base bidimensional como es la Sindone. Por eso mismo sabe que al ser ésta una imagen ortogonal, o sea, totalmente plana, sin aberración o deformación, resulta fácil y posible reconstruir los perfiles del retrato, «ya que son deducibles por pura proyección, técnica que ya practicaba Durero». De tal manera, ha sido posible cerrar lateralmente los dos perfiles que ofrece la Sábana, el frontal y el posterior, éste con la curiosidad de que ha dado pistas para que el busto labrado por Miñarro tenga el pelo recogido con una coleta, al igual que el Hombre de la Sindone.

   EL VERDADERO RETRATO

   El interés suscitado por la Sábana Santa desde que a finales del siglo XIX se descubre que ofrecía las características de un negativo fotográfico ha dado pie a que desde entonces se realicen distintos intentos para «traducir» su contenido y llevarlo a un plano tridimensional.

   Con todo, Juan Manuel Miñarro no tiene constancia de que existan en la actualidad trabajos de base científica similar al suyo, y menos de que se haya hecho un verdadero retrato del Hombre de la Sábana, como el que él ha obtenido. «En pintura -afirma- conozco el retrato hecho por Aggemien en 1935, que tiene importantes coincidencias con la imagen de la Sábana, y, en lo que a escultura concierne, he visto la escultura completa que hizo Luigi Mattei para el Museo de la Sábana Santa, basándose en estudios antropométricos y anatómicos, pero el resultado deja mucho que desear porque carece de un estudio de detalle y ofrece rasgos más bien expresionistas».

   Visto el resultado de su trabajo, el imaginero, satisfecho, sólo está convencido de una cosa: su retrato es fiel al cien por cien con el Hombre de la Sábana Santa en vida. Que éste sea Jesús de Nazaret o no, es algo que deja en manos de la ciencia, «la única que puede decir si es o no, cosa a la que, evidentemente, no se atreve nadie de manera categórica. Lo único cierto -agrega- es que nadie ha demostrado que la Sindone sea una falsificación y, lo que es más curioso, según la propia ciencia, según datos obtenidos en 1972 por el ingeniero Paul Gail a partir de los que rodean histórica y científicamente a la Sábana, la probabilidad de que el cuerpo en ella contenido no fuese el de Jesucristo es de una entre doscientos veinticinco mil millones».

José Luis García. ABC, 13-05-2001

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