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     El alma de Jonatán se unió estrechamente con el alma de David, y amole Jonatan como a su propia vida.

    Los éxitos militares de David le dieron mucha popularidad.  Cuando regresaba de alguna incursión  contra los filisteos, las mujeres lo recibían danzando y cantando.  Esto irritaba mucho a Saúl y empezó a tenerle tanta envidia que quiso matarlo.  Por dos veces, estando David tañendo el arpa para calmar su melancolía, le arrojó la lanza para atravesarlo, pero esquivó el golpe en ambas oportunidades y huyó de su presencia.

    Se entrevistó con su amigo Jonatán para contárselo todo. Jonatán le prometió que intercedería por él ante su padre y según viera sus intenciones, se lo haría conocer.  En la fiesta de luna nueva Saúl acostumbraba cenar con sus jefes militares.  Allí estaba Abner y Jonatán; pero faltaba David.  Preguntó por él y Jonatán intentó justificar su ausencia.  Saúl se encolerizó y le dijo a su hijo que fuera a buscarlo porque era reo de muerte.  A la mañana siguiente avisó a David para que huyera y se ocultara.

    David empezó una vida errante escondiéndose en las ciudades y en el desierto . Se le unieron sus hermanos y otros descontentos o en situación apurada.  Al frente de aquella partida de unos cuatrocientos hombres, unas veces guerreó contra los filisteos y amalaquitas; en otras ocasiones tuvo que pactar con ellos para ocultarse.

    Saúl, tan pronto como se enteraba de por dónde andaba David, organizaba expediciones para darle muerte pero siempre pudo escabullírsele.  En dos ocasiones David estuvo tan cerca de Saúl que en una le cortó la orla de su manto en el fondo de una cueva, y en la otra le robó la lanza en su propia tienda de campaña.  Pudo matarlo y no quiso hacerlo porque era su rey.

    Saúl y Jonatán murieron un día luchando contra los filisteos.

                 (1 Samuel 18-31)

    (Texto adaptado por D. Samuel Valero. Biblia infantil. Editorial Alfredo Ortells, S.L. Valencia. página 104) 

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

            Objetivo.- Aprender a perdonar a todos.

         Contenido: Perdonar.- 

    En el trato con los demás, en las relaciones sociales, en la convivencia de todos los los días, es prácticamente inevitable  que se produzcan roces. Es también posible que alguien nos ofenda, que se porte mal con nosotros de manera poco noble, que nos perjudique. ¿Hasta siete veces he de perdonar? Es decir, he de perdonar siempre?. Conocemos la respuesta del Señor a Pedro, y a nosotros: No te digo hasta siete veces siete, sino hasta setenta veces siete. Es decir, siempre.

   La mayoría de las veces, en la convivencia ordinaria, ni siquiera será necesario decir «te perdono»: bastará sonreír, devolver la conversación, tener un detalle amable; disculpar, en definitiva. Pero si hemos sido nosotros los que hemos ofendido a otros, tendremos que pedir perdón con humildad y volver a la cordialidad de siempre. 

         Actividades.-

1. Los alumnos van leyendo en voz alta este texto y el profesor comprueba su comprensión.

         2. Individualmente contestan a estas preguntas:

            a) ¿Por qué Saúl tenía envidia de David?

            b) ¿Qué pasó con Jonatán?

            c) ¿Podía haber matado David a Saúl?

            d) ¿Por qué no lo mató?

            e) ¿En qué ocasiones podemos perdonar a otros?

3. Puesta en común leyendo las contestaciones a la pregunta e).

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