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   Esta técnica de laboratorio consiste en poner en contacto  oocitos con espermatozoides en un recipiente, tratando de que se cumpla en un medio de cultivo lo que de modo natural sucede en la trompa. Los oocitos se obtienen de la madre o de una donante por punción del ovario; los espermatozoides, ordinariamente, por masturbación. Producida la fecundación en la probeta, comienza la división y esos óvulos fecundados (cigotos), al cabo de unos pocos días, y ya en fase embrionaria, se transfieren al útero, donde continúa el desarrollo normal.

   Como es sabido -la prensa se hizo eco en su momento- el primer caso de FIV tuvo lugar en el Reino Unido en 1978, donde, merced a los trabajos de Edward y Steptoe, nació la primera niña probeta,  Louise Brown. Desde entonces, la técnica se ha difundido ampliamente. En el Tercer Congreso Mundial de FIVET, en Helsinki, mayo 1984, se recogían los siguientes datos: 7.733 mujeres habían recibido por lo menos un embrión en su útero, se inició un embarazo en 1.160 (15 %) y los niños nacidos fueron 590. (1) A pesar de las técnicas depuradas que se emplean, los éxitos obtenidos hasta ahora son escasos. Los resultados finales, en las diferentes fases de la FIV, son los siguientes:

– en la captación de oocitos, 98%;

– en la fecundación, 60%;

– en las transferencias, 20-22%.

   El resultado final está alrededor del 20%, es decir, que de cada cinco matrimonios que acuden a la FIV, sólo uno consigue un hijo.

   En mayo de 1987 se celebró en Norfolk (Virginia, EEUU.) un Congreso Mundial de FIVET, en el que participaron los principales especialistas del mundo en técnicas de fecundación in vitro.(2) Entre los datos del Congreso puede destacarse que sólo nueve de cada cien mujeres que se someten a la FIVET consiguen tener un hijo deseado. Los estudios de ese Congreso ponen también de relieve que los embarazos obtenidos con la FIVET son a menudo complicados. Según una ponencia del doctor J. Cohen, basada en el examen de 2.342 casos de diversos centros de todo el mundo, la tasa de abortos espontáneos es del 26,2%, muy superior a la que se produce en los embarazos naturales. La tasa de embarazos extrauterinos es del 5,25%, también anormalmente elevada. La de embarazos múltiples (gemelos o trillizos) es un 19,3%. La de cesáreas es elevadísima: 46 % para los embarazos únicos y 72 % para los múltiples. El riesgo de parto prematuro y de hipertrofia fetal es tres veces superior al de los embarazos normales. En cambio, el porcentaje de otro tipo de malformaciones es sustancialmente idéntico. Según el doctor G. Sarrot, una de las causas que influyen en estos resultados, radica en el estado psicológico peculiar, de gran tensión nerviosa, a que se ven sometidos tanto la mujer como el equipo médico que la atiende.

   Según los datos aportados por el registro estadounidense de FIV (1995), el FIV-NAT francés y el FIV-CAT de Cataluña (1996), los resultados más recientes dan unas cifras en embarazo entre el 20 y el 31%.(3)

    Monge, Miguel Ángel. Medicina pastoral. EUNSA. 2002.

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(1) Cfr. Plachot, M. y Maldelbaun, J. «La fecundación in vitro: 5 ans, bientot l’age de raison», 27 (1984).

(2) Cohen J. y cols. «Pregnancy Outcomes after in Vitro Fertilization», Annals of The New York Academy of Sciences, vol 541, Nueva York 1988, 1-6.

(3) Vanrell, J.A.; Calaf, J.; Balach, J.; Viscasillas, P.; Fertilidad y esterilidad humanas, Tomo I, Esterilidad e infertilidad, Masson, S.A. Barcelona, 1999, p.287.

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