Cuando se cumplieron los ocho días desde su nacimiento, lo circuncidaron y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno.
A los cuarenta días del nacimiento lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Seños, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor; y para presentar como ofrenda un par de tórtolas o dos pichones.
En aquel entonces vivía en Jerusalén un hombre ya anciano, justo y temeroso de Dios que se llamaba Simeón. Como todas las personas piadosas esperaba y suplicaba por la pronta venida del Mesías.
A los cuarenta días del nacimiento se trasladaron a Jerusalén, para visitar el templo para la purificación de María y presentar el Niño al Señor.
Simeón, inspirado por el Espíritu Santo, acudió al templo, encontrándose con José y María que llevaban al Niño en brazos. El anciano le pidió que se lo dejaran tener y María lo puso en sus brazos. Mirándolo dijo Simeón:
-Ya puedo morirme en paz. Mis ojos están contemplando la salud de todos los pueblos y la gloria de Israel.
Luego añadió con tristeza:
-Y a ti misma, una espada te traspasará el alma.
También pasaba por allí en aquellos momentos Ana, una anciana viuda de ochenta y cuatro años, que servía al Señor con ayunos y oraciones. Reconoció al Niño y habló con entusiasmo de él a todos los que esperaban la redención de Israel.
(Lucas 2, 21-39)
(Texto adaptado por D. Samuel Valero. Biblia infantil. Editorial Alfredo Ortells, S.L. Valencia. página 160)
SUGERENCIAS METODOLÓGICAS
Objetivo.- Aprender de la obediencia de la Sagrada Familia.
Contenido.-
San Bernardo nos recuerda que «está prohibido presentarse ante el Señor con las manos vacías». Y como nos vemos sólo con cosas pequeñas para ofrecer (el trabajo del día, una sonrisa en medio del dolor, de la fatiga, el ser amables y comprensivos…), debemos hoy considerar en nuestra oración cómo la Virgen acompaña esta ofrenda de tanto precio con otra de tan pequeño valor, como eran aquellas aves que se mandaba ofrecer la Ley, para que tú de aquí aprendas a juntar tus pobres servicio con los de Cristo para que con el valor y precio de los suyos sean recibidos y preciados los tuyos (…)
Junta, pues, tus oraciones con las suyas, tus lágrimas con las suyas, tus ayunos y vigilias con las suyas, y ofréceselas al Señor, para que lo que de por sí es de poco precio, por Él sea de mucho valor.
(Fernández Carvajal, Francisco. Hablar con Dios. Tomo VI. Página 125 y 126. Ediciones Palabra.)
Actividades.-
1. Dar una copia de texto a cada alumno.
2. El profesor lee el texto y lo explica a los alumnos.
3. Se forman equipos y contestan a estas preguntas:
a) ¿En qué se manifiesta la obediencia de José y María?
b) ¿Necesitaba la Virgen purificarse? ¿Por qué?
c) ¿Qué pasó con Simeón?
d) ¿Quién era la profetisa Ana?
e) ¿Cómo podemos imitar a la Virgen en la pureza?
f) ¿En qué podemos mejorar la obediencia?
4. Comentar las contestaciones a las preguntas e) y f).
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Otros temas relacionados:
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