
El rey David era ya viejo y de edad muy avanzada; y por más que le cubrían con ropa, no podía entrar en calor.
El profeta Natán sabía cuáles eran los deseos de Dios y del rey, y le comunicó que Adonías, hijo mayor de David, intentaba derrocarlo. David ordenó inmediatamente que otro hijo suyo, Salomón, fuera ungido rey y que se sentara en su trono. Le dio los consejos oportunos y poco después murió. Salomón se consolidó en el trono y se casó con la hija del faraón de Egipto. Con este matrimonio Israel ganó renombre y respeto ante las otras naciones.
Dios había dado a Salomón mucha sabiduría. Un día se presentaron ante él dos mujeres que vivían juntas. Una con un niño muerto en los brazos, y la segunda con otro niño vivo. Las dos reclamaban como propio al niño vivo. Después de escucharlas Salomón mandó a un soldado que, con la espada, partiera en dos al niño vivo, y que diera una mitad a cada una. Se postró suplicante ante el rey una de ellas y le dijo: “Antes de que lo mates prefiero que se lo lleve la otra”.
Así Salomón supo cuál de las dos era la madre del niño.
Con sus muchas riquezas construyó un espléndido palacio, amplió las murallas de Jerusalén y, sobre todo, edificó el templo. Cuando estuvo terminado convocó a todo el pueblo de Israel para trasladar el Arca del a Alianza a su lugar definitivo.
Salomón terminó mal su vida. Se apartó de los mandamientos de Dios y edificó templos a dioses paganos. Dios le retiró su bendición y la unidad nacional de Israel se rompió.
(1 Reyes 1; 3; 6; 7; 8; 11)
(Texto adaptado por D. Samuel Valero. Biblia infantil. Editorial Alfredo Ortells, S.L. Valencia. página 108)
SUGERENCIAS METODOLÓGICAS
Objetivo.- Buscar la sabiduría.
Contenido.- Sabiduría.
«Entre los dones del Espíritu Santo, diría que hay uno del que tenemos especial necesidad todos los cristianos: el don de sabiduría que, al hacernos conocer a Dios y gustar de Dios, nos coloca en condiciones de poder juzgar con verdad sobre las situaciones y las cosas de esta vida.» (J. Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, 133) Con la visión profunda que da al alma este don, el cristiano que sigue de cerca al Señor contempla la realidad creada con una mirada más alta, pues participa de algún modo de la visión que Dios tiene en Sí mismo de todo lo creado. Todo lo juzga con la claridad de este don.
El don se sabiduría ilumina nuestro entendimiento y enciende nuestra voluntad para poder descubrir a Dios en lo corriente de todos los días, en la santificación del trabajo, en el amor que ponemos por acabar con perfección la tarea, en el esfuerzo que supone estar siempre dispuestos a servir a los demás.
(Francisco Fernández Carvajal. Hablar con Dios. Ediciones Palabra. Madrid. 1987. Tomo II. Página 716 y 718.)
Actividades.-
1. Los alumnos leen en voz alta el texto.
2. Contestar por escrito a estas preguntas:
a) ¿Cómo fue ungido rey Salomón?
b) Explica el juicio de las dos mujeres.
c) ¿Qué mejoras hizo en Jerusalén?
d) ¿Qué pecado cometió Salomón?
3.- Leer las respuestas de algunos niños.
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